Retos de la propiedad industrial: digitalización, falsificaciones y sostenibilidad

Publicado el 10-03-2022

Si hace unos años nos hubieran preguntado sobre qué hecho ha marcado la mayor revolución en el comercio, la respuesta habría sido clara: Internet. Y es que Internet, y la nueva revolución digital que se ha ido fraguando a su alrededor, no sólo ha generado un sinfín de oportunidades para las empresas de cara a cómo acceder a nuevos consumidores para la comercialización de sus productos y la prestación de sus servicios, gracias a la apertura de nuevos mercados potenciales que exceden las fronteras tradicionales, sino que, junto a ello, ha generado numerosos retos.

En lo que respecta a los derechos de Propiedad Industrial e Intelectual asociados a dichos productos y servicios, vemos como el impacto económico y reputacional ha pasado de estar reducido a uno o varios territorios nacionales, a disponer de efectos globales.

Conforme aumenta el número de solicitudes de marcas, patentes, diseños, etc. para proteger los productos y servicios de las empresas en pos de adaptarse a las nuevas realidades y al aumento de las ventas online, vemos como, a la par, aumenta el número de falsificaciones e infracciones contra dichos derechos.

Y es que los medios digitales son el caldo de cultivo perfecto para la comercialización de falsificaciones. Prueba de ello, y según datos de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), el comercio internacional de compra y venta de productos falsificados se estima en 460 mil millones de euros, perdiendo las empresas anualmente más de seis mil millones de euros en ventas debido a esta lacra, y más de cincuenta mil puestos de trabajo.

El fenómeno de la falsificación representa una gran amenaza para la innovación, el crecimiento económico y el bienestar social, tanto en el ámbito de la Unión Europea como en el resto del mundo.

Estas prácticas tan negativas, en vez de ir disminuyendo por la concienciación de los consumidores, no han hecho más que aumentar. Una de sus últimas causas es la pandemia provocada por la Covid-19 que estamos viviendo, ya que, en 2020 las ventas online en todo el mundo aumentaron más de un 20% en comparación al año 2019 (principalmente por los cierres temporales de establecimientos y las restricciones de apertura / aforo). Esto, entre otras cosas, ha generado que las falsificaciones “campen a sus anchas”.

En este sentido, es claro que los falsificadores han sabido aprovechar las debilidades que hay en el entorno online para facilitar sus operaciones ilícitas y aumentar sus ilegales, pero lucrativos, ingresos.

Sin perjuicio de lo anterior, hay que señalar que el problema de fondo no es que los falsificadores dispongan de más medios para presentar sus fraudulentos productos, sino que los ciudadanos siguen consumiéndolos, a pesar de las negativas consecuencias que esto conlleva.

La idea general cuando se habla con individuos que compran, o han comprado, productos falsificados es que dichas falsificaciones no hacen realmente daño a las grandes compañías que hay detrás de los productos originales, “total, ya son ricos, por un bolso o un reloj que compre falsificado, nadie pierde” se les oye decir.

Pero nada más lejos de la realidad, porque las consecuencias de la compra de falsificaciones son nefastas. No sólo para esas empresas que lícitamente invierten en I+D+i, publicidad, etc., que ven como pierden ingresos y tienen que prescindir de algunos de sus trabajadores, sino que estas falsificaciones pueden ser muy peligrosas para la salud pública, disminuyen los ingresos del Estado y, lo más importante, son en muchos casos sustento de redes de crimen organizado.

Además, lo que tampoco se sabe es que 4 de cada 5 pymes son víctimas de falsificaciones en Internet. En este sentido, hay que señalar que el sector de la moda es el que más sufre los estragos de los infractores. En concreto, un 92,62 % de las pymes del sector se ven afectadas, seguidas por el sector de la electrónica (82,06 %), deporte (78,86 %), hogar (73,48 %), juguetes (69,06 %) y belleza y cuidado personal (64,81 %).

Teniendo esto en cuenta, y por poner ejemplos prácticos con productos que habitualmente se falsifican, y que se venden a precio más bajo que el original, como pueden ser cosméticos, juguetes infantiles, ropa, joyería etc., sólo podemos afirmar que, al no pasar los mismos controles de calidad, ni sanitarios, que los originales, su utilización puede conllevar graves perjuicios de salud para el que los consuma.

A pesar de lo anterior, no todo lo que ha surgido tras la pandemia ha sido negativo para los propietarios de derechos de Propiedad Industrial. Esto se debe a que la crisis del coronavirus también ha demostrado el inmenso valor social que puede llegar a tener la inversión en investigación y desarrollo y ha acentuado la reflexión sobre el modelo de crecimiento de las sociedades occidentales y su efecto en la sostenibilidad.

Y es que los consumidores tienen cada día más claro que toda actividad comercial tiene su correspondiente impacto con el medio ambiente, y van en aumento los que desean comprar y consumir productos que sean respetuosos con el planeta y busquen reducir las consecuencias negativas en el entorno, para así dejar un futuro igual, o mejor, a las generaciones venideras.

En este marco, las marcas desempeñan un papel clave a la hora de permitir que los consumidores sepan lo que están comprando o tengan la garantía de que el producto que compran cumple con determinados estándares en materia medioambiental.

Al mismo tiempo, la “eco-innovación” es una prioridad mundial en la actualidad. Ésta tiene como objetivo el mitigar los efectos dañinos ocasionados por las empresas, jugando la Propiedad Industrial un rol imprescindible para el fomento de la creación de patentes sostenibles y la aplicación de tecnología “verde”.

Y es que no podemos más que señalar que la Propiedad Industrial y la transferencia de tecnología son elementos clave a la hora de proteger e impulsar la monetización de las tecnologías sostenibles.

De hecho, la Propiedad Industrial e Intelectual ha demostrado ser un gran aliado de la “economía verde”, aquella que apuesta por un modelo productivo que fomenta el bienestar humano, la igualdad social, la reducción de los riesgos medioambientales y la escasez ecológica, ya que cada día más los derechos de Propiedad Industrial no son solamente instrumentos de protección de un monopolio, sino que son indispensables para el futuro que estamos creando.

Por todo lo que hemos visto, sólo podemos concluir con que, pese a los retos que han supuesto Internet, la pandemia y la sostenibilidad (falsificaciones), no todo es negativo, y hay que buscar nuevas oportunidades, tanto económicas (nuevos mercados, más potenciales consumidores), como el destacar en la sociedad y aumentar la reputación entre los consumidores (creación de productos sostenibles bajo marcas “verdes”, tecnología con impacto medioambiental positivo, etc.).

Para ello, nosotros recomendamos que, siempre contando con la ayuda de profesionales expertos en el sector de la Propiedad Industrial, miremos al frente y afrontemos el futuro, abrazando las oportunidades que la tecnología nos ofrece, busquemos impactar positivamente en el mercado (crear y usar marcas y patentes “verdes”) y, ante cualquier tipo de vulneración de derechos de Propiedad Industrial, no permanecer estáticos y sí protegerse y defenderse.